martes, 22 de marzo de 2011

El dentista


No me gusta ir al dentista. No me gusta sentarse en esa salita junto a un matrimonio de mediana edad que debora revistas del corazón. No me gusta oír el sonido del taladro mientras espero que me atiendan. Y no me gusta ese hilo musical de telefónica que suelen poner de fondo. No entiendo que en la salita de espera el dentista coloque revistas profesionales de odontología ¿que cliente puede tener interés en leer eso?. cuando es mi turno me llevan a otra sala donde el olor a benzocaína impregna el ambiente mientras el ruído del taladro sigue recordandome a que he venido. Tras una espera de unos 15 minutos en los cuales he ojeado todos los diplomas que mi dentista tiene en la pared una señorita me indica que pase y que me siente en ese sofá de polipiel anatómico en el cual una lámpara SIEMENS me da en toda la cara. Ahora tengo que esperar a que el dentista aparezca y mientras tanto observo los cajones mientras pienso en cual de ellos estarán esas maravillosas drogas para el dolor. Aparece el dentista me saluda y me mete una especie de gancho metálico en la muela junto a la pregunta ¿te duele? - me has metido un gancho en la muela tio claro que me duele. Luego me indica que tengo mal la pieza tal y la pieza cual y no puedo evitar que una cifra de 4 ceros parpadee en mi mente.

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